28 Août Entrevista a Don Domingo de Torres en Diario Sur
La despensa se quedó vacía.La frase encierra los días oscuros para su familia tras la muerte del padre con sólo 50 años. Cinco antes, por culpa de la enfermedad, el negocio empezó a ir mal, y al hijo mayor no le dio tiempo a seguir aquellos consejos de que no se tirara al mundo de la empresa sin algo seguro. «Tú te haces funcionario y luego haces lo que te dé la gana y, si quieres, una empresa», recuerda el dueño de Acotral el consejo paterno que el destino le dejó cumplir sólo a medias aunque a lo grande. Empezó por los negocios a comienzos de los 70, arremangado con la empresa familiar, volcada en la construcción. Lo hizo nada más graduarse en Icade, cuarta promoción, con Ramón Tamames y Gregorio Peces-Barba en el estrado. Fue en Madrid y de aquellos años recuerda también a compañeros con mejores notas, pero ninguna tan alta como la suya en los negocios. El padre de Domingo había sido el jefe de transportes de Hidroeléctrica de El Chorro, luego Sevillana, y la adrenalina más allá de la nómina lo atrapó cuando vio que fuera de la eléctrica el sector del transporte cogía mucha velocidad. «Se salió y montó una empresa. Había muchas obras en Málaga entonces», se mira en el espejo de una aventura el artífice de la mayor empresa de transporte por carretera de España: 3.600 trabajadores y 310 millones de ventas. Cogió las riendas del negocio familiar por necesidad, pero apuntaba maneras, sin saber que era emprendedor vestido de recluta en guardia por si había negocio cercano. «Emprender es algo que he tenido toda mi vida. Ya en la mili, en Montejaque, les ponía autobuses a los compañeros para los fines de semana. Contrataba con Transportes Coín. Me encantaba. No. No fue una mili perdida», refresca memoria de las primeras pesetas que ganó. Luego vino el trabajo con grúas y materiales de construcción hasta que Tabacalera se convirtió en cliente exclusivo. La tranquilidad del tabaco. «No pensé nunca que dejaría algún día de ser nunca transportista de Tabacalera, pero el año 2000 empiezo a trabajar con Mercadona, y veo más futuro.
Cambié de negocio completamente», despacha una capacidad de adaptación que le viene de saber anticiparse a los cambios. «Teníamos ya oficinas en Madrid, Barcelona porque ser transportista en Málaga era estar en la periferia», habla con un realismo pionero en un tiempo en el que pocas empresas miraban más allá de Las Pedrizas. «En Barcelona empecé a trabajar con Mercadona de forma puntual. Lo hicimos bien, nos llamaron cuando ampliaron y el gran salto fue cuando se instalaron en Antequera», habla de su matrimonio comercial bien avenido con Juan Roig, «con el que me veo cuatro o cinco veces al año». «Algunos directivos míos me recuerdan cuando yo pensaba en ese día que facturara cien millones», se sorprende ya retirado de la primera línea de la empresa y con la cifra triplicada. «He creído mucho en la gente, en que tome decisiones. Si no, es difícil una expansión como la nuestra», se enorgullece de su equipo y de saber escuchar: «Jamás he dicho a alguien que no podía atenderlo, porque me gusta aprender de todos».
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